viernes, 14 de marzo de 2014

De Papa a monaguillo

(Reflexiones sobre el reportaje en Pagina 12 a Alberto Kornblihtt realizado el domingo 22 diciembre 2013)

Muchos los biólogos moleculares y sus primos los biotecnólogos, suelen incurrir con ímpetu, en gruesos errores conceptuales que hacen que la ciencia no pase por su mejor momento en la percepción social. En nada ayuda la prensa oficial u opositora (de acuerdo en estos menesteres) que han cerrado todas las ventanas de debate entre aquellos que opinan sobre el modelo productivo y/o los organismos genéticamente modificados. Un ejemplo, es el blooper cientificista que sostiene que el desarrollo científico de la biología molecular y la secuencia del genoma humano han demostrado científicamente que las razas no existen. Esta afirmación reduccionista es una muestra de cómo se ignoran las diferencias existentes entre poblaciones humanas con historias evolutivas diferentes que es sostenida por una concepción omnipotente que apela a explicar problemas ideológicos comparando las secuencias de ADN de los genomas.
La idea de raza nunca fue un concepto originario de la biología sino que fue oportunamente creado e introducido con teorías  “ad hoc” por el racionalismo y positivismo europeo como necesidad de la conquista de los espacios coloniales a partir del siglo XVI.  
Si en el siglo XIX, el determinismo genético de Galton y Lombroso, por nombrar solo a dos, fracasaron en su  intento de legitimar y clasificar la especie humana, desmentirlos comparando genomas, es una ingenua paradoja reduccionista del mismo tipo que no alcanza para superar la vergüenza de la discriminación concebida para el genocidio y el saqueo.   

Sin embargo otras imposturas y excesos, mas específicos, han ido erosionando la percepción social de la ciencia como sistema explicativo del mundo.

1) Los OGM, hoy en el ojo de la tormenta, nos vuelven a traer esa extraña y cada vez mas transparente relación del pensamiento biológico reduccionista con la ideología que preside la hegemonía neoliberal en esta etapa. La necesidad de instalar desde la ciencia, un relato legitimador que desmienta cualquier impacto de los OGM en la naturaleza, que sostenga la equivalencia entre alimentos no modificados y los OGM, que los defina como nuevas variedades, es la verdadera razón de los silencios sobre la complejidad del genoma y las consecuencias de interferir en ella
Para cerrar ese relato, se suele apelar a denominar a todos aquellos que defienden el principio de precaución del impacto tecnológico, de “ambientalistas anticientíficos”. En realidad definir sin fundamentos y desde el podio político, quien tiene un pensamiento científico o anticientífico, es un signo de dogmatismo cerril que paradojalmente interpela la propia seriedad del juicio del que lo emite.

Debemos recordar que en las primeras décadas del siglo XX, el prestigioso Cold Spring Harbor Laboratory fue un instituto dedicado promover el muy colonial invento de Francis Galton: la eugenesia. Su  propósito era “actuar como grupo de presión a favor de una legislación eugenésica para restringir la inmigración y esterilizar a los defectuosos, educar a la población sobre salud eugenésica y propagar las ideas eugenésicas”
Mas tarde el dogma central de la biología, de mediados de siglo XX, reforzó las tendencias impuestas desde una genética que había apostado fuertemente a conceptos reduccionistas y que permitían creer que los organismos podían ser “mejorados” manipulando el ADN con la intervención de las técnicas de la naciente biología molecular. (Miranda y Vallejo, Historia de la eugenesia. Argentina y las redes biopolíticas internacionales, Ed. Biblos, 2012). Esta mirada constituía la representación, que Fox Keller (1995) denomino “discurso de acción de los genes”, y retomaba la idea eugenésica, dejada de lado con vergüenza ante los horrores de la 2da Guerra Mundial, de que todo lo que había comprender acerca de los seres vivos está contenido en la secuencia del ADN y por lo tanto era posible (y deseable) “mejorar” los organismos. Un mundo biológico en el que imperaba la noción de que ningún problema “está por fuera” del análisis de los genetistas y de la secuencia del ADN.
En este marco se excluían la relación entre núcleo y citoplasma, de la célula en el contexto del tejido y órgano y de la dimensión temporal en los procesos del desarrollo para explicar la expresión de los genes, como también excluía el papel del ambiente externo. Autores como Stephen Gould, Richard Lewontin o Steven Rose, señalaron que los factores externos son parcialmente consecuencia de las actividades del organismo, que produce y consume las condiciones de su propia existencia, de modo que los organismos no solo ocupan el ambiente donde se desenvuelven sino que ellos lo crean (Lewontin, 1998). Por lo tanto si admitimos que lo interno y lo externo son parte de la modelación y co-determinacion del organismo, es inaceptable la pretensión de que la sola estructura de la secuencia del ADN y su división en “genes discretos y autónomos” constituye la clave central para comprender y/o predecir cómo se comportará un sistema biológico.

Por eso decir que el “ambiente interactúa con el gen” es insuficiente. No se desmarca del determinismo clásico y no incluye interpelación alguna a la concepción reduccionista en biología. Sigue siendo una idea mecanicista que ignora el concepto de “fluidez del genoma” en la cual los genes pierden su definición ontológica y pasan a ser parte de una complejidad relacional que desafía toda linealidad jerárquica de la genética clásica para reemplazarla por una red funcional compleja que empezamos a vislumbrar después de 20 años de lanzada la idea de “genoma fluido”. Decía Evelyn Fox Keller en su libro El Siglo del Gen

“El gen ha perdido buena partes de su especificidad y de su agencia. ¿qué proteína debe hacer un gen y bajo que circunstancias? ¿Y como elige? De hecho no lo hace. La responsabilidad de su decisión esta en otro lado, en la compleja dinámica regulatoria de la célula como un todo. La señal (o señales) que determina el patrón especifico que habrá de seguir la transcripción final proviene de estas dinámicas regulatorias y no del gen en si mismo” (Keller, 2000).

Por eso punto de partida para contemplar la complejidad de un organismo y sus flujos de información, es el fenotipo y no el genotipo de la genética mendeliana. Allí están como ejemplos de complejidad entre otros: los cambios  controlados durante desarrollo de ADN (amplificación o reducción) en células embrionarias normales bajo la regulación del medio celular, la herencia epigenética transgeneracional, o la red de procesos regulatorios moduladores (citoplasmático y/o nuclear) de los productos de la transcripción, que sostienen la variabilidad de los fenotipos. Todos ejemplos de “fluidez” del genoma donde los genes aparecen subordinados a las señales celulares para esculpir cada fenotipo.  

2) Los sectores que defienden la modificación genética de organismos (OGM), asumen como cierto que los OGM tienen los mismos comportamientos a los observados en el laboratorio cuando son  liberados en la naturaleza.  es decir que son equivalentes a los no-OGM.
Afirman que los OGM “son naturales” y que “son nuevas variedades” asumiendo que la técnica experimental empleada es precisa, segura y predecible y que es equivalente al mejoramiento clásico de la agricultura.
Esto es un grueso error y muestra un “desconocimiento” por parte del campo biotecnológico de las teorías y conocimientos de la biología moderna. En la concepción de los OGM, subyace la ausencia de considerar  el rol del tiempo en la génesis de la diversidad y la valoración de los mecanismos naturales que la sostienen. Tanto en el proceso evolutivo como las variedades de las especies se sustentan en la reproducción sexual, la recombinación de material genético,  y mecanismos biológicos y ambientales que regulan la fisiología del genoma.
En nuestro entender es crucial entender que en cualquier modificación el genoma (transgénica o no transgénica) desaparecen: el tiempo biológico necesario para estabilizar las variedades y el proceso evolutivo y la historia de la especie, que si se conservan en el mejoramiento por los métodos clásicos. Se anula la variable tiempo apelando la instantaneidad de la manipulación del genoma con el objeto de obtener “nuevas variedades”. Esto hizo decir a un ministro que “la transgenia acelera la evolución” (incluyendo su control) en un revival del debate del siglo XIX entre el “fijismo” de Cuvier con el “transformismo” de Ettiene Geoffroy Saint-Hilaire.
Por eso empeñarse en insistir que los procedimientos de domesticación y mejoramiento de especies alimentarias pueden ser equiparados con las técnicas de modificación genética de organismos por diseño (OGM) planteadas por la industria, es, una vez mas, una idea reduccionista poco aceptable en estos tiempos. Proclamar que el mejoramiento realizado por el hombre durante 10.000 años en la agricultura y la modificación por diseño de laboratorio (OGM) son exactamente lo mismo, tiene la pretensión de olvidar que la cultura agrícola humana ha respetado esos mecanismos naturales durante ese tiempo seleccionando nuevas variedades de poblaciones originadas por entrecruzamiento hasta encontrar y estabilizar el fenotipo adecuado.
Pero mas importante es que el mejoramiento no es consecuencia del simple cambio de la secuencia del ADN, o de la incorporación o perdida de genes, sino la consolidación de un ajuste del funcionamiento del genoma como un todo y que hace a la variedad útil y predecible (por eso es una variedad nueva). Este ajuste puede involucrar genes asociados al nuevo fenotipo pero acompañados principalmente por muchos “ajustes fluidos” de carácter epigenético y que en su mayoría desconocemos. Entonces, una nueva variedad representa una mejora integral del fenotipo para una condición determinada donde seguramente todo el genoma fue afectado con un ajuste fisiológico de su “fluidez” sin modificación de secuencias.
Esta nueva “genética” no es tenida en cuenta en el análisis, proyección y riesgos de los OGM ya que este marco conceptual un gen o un conjunto de genes introducidos en un embrión vegetal o animal en un laboratorio, no respeta, por definición, las condiciones naturales de los procesos de biológicos naturales de regulación y “ajuste fino” epigenético que conduce la construcción de los fenotipos en la naturaleza, como sucede en el mejoramiento, la evolución de los organismos o génesis de nuevas variedades.
En realidad la tecnología OGM viola procesos biológicos usando procedimientos rudimentarios, peligrosos y de consecuencias inciertas que supone mezclar material genético de distintas especies. La transgénesis no solo altera la estructura del genoma modificado, sino que lo hace inestable en el tiempo, produce disrupciones o activaciones no deseadas de genes del huésped pero mas importante afecta con directa o indirectamente el estado funcional de todo el genoma y las redes regulatorias que mantiene el equilibrio dinámico del mismo, como lo demuestra la variación de la respuesta fenotípica de un mismo genotipo frente a los cambios ambientales.
La ignorancia de la complejidad biológica (hoy hablamos de desarrollo embrionario, evolución y ecología como dimensiones inseparables de un sistema integral) se percibe en la presencia de un insumo teórico: la dimensión ontológica asignada al gen por la herencia mendeliana y el reduccionismo determinista. No revisar el concepto clásico del gen entendido como unidad fundamental de un genoma rígido concebido como un “mecano”, como una máquina predecible a partir de las secuencias (clasificación) de los genes y que sus productos que pueden ser manipulados sin consecuencias, expresa el fracaso y la crisis teórica de 200 años del pensamiento reduccionista, largamente interpelado por Stephen Jay Gould, Richard Lewontin, Steven Rose, Eva Jablonka, Mae Wan Hoo, Terje Travick entre otros. Y también la insistencia en considerar a los OGM como variedades naturales en lugar de entenderlas mas bien como cuerpos extraños, que instalados por la mano humana en la naturaleza alteran el curso de la evolución. Es allí que la capacidad de manipular e interferir el genoma se transforma en el deseo, preciso para la omnipotencia.
Debería recordarse que la complejidad no es un capricho de naturalista, sino una configuración integral de la naturaleza. Y que en el proceso de conocerlas, desarmar lo natural “para su comprensión” es cada vez mas insuficiente. Porque en el “desarmar”, se pierden las propiedades emergentes de organismos vivos.
Nigel Goldenfeld y Leo Kadanoff realizan una sensata exhortación al analizar sistemas complejos: “Hay que utilizar el nivel de descripción mas adecuado para captar los fenómenos que son de nuestro interés. No tiene sentido realizar modelos de maquinas excavadoras con quarks”. Aun cuando es cierto que todas las propiedades de una maquina excavadoras son el producto de las partículas que la constituyen, como quarks y electrones seria inútil pensar acerca de la propiedades de una excavadora (forma, color, función) en términos de esas partículas. La forma y función de una maquina excavadora son propiedades emergentes del sistema en su conjunto. Entonces del mismo modo que no pueden reducirse las propiedades de una excavadora a las de los quarks, tampoco pueden reducirse los complejos comportamientos y rasgos de un organismo a sus genes.
En esta misma dirección Marx sostuvo que “a partir de cierto punto, las diferencias meramente cuantitativas pasan a constituir cambio cualitativos”.
El atractivo del determinismo radica en que ofrece explicaciones científicas creíbles a las contradicciones civilizatorias generadas por el capitalismo. Si los OGM son plenamente aceptable en su explicación científica no tenemos que pensar en los efectos a mediano plazo sobre el medioambiente, biodiversidad, salud humana, efectos socioeconómicos, etc. Ni lo que ellos representan en términos de negocio global de alimentos, la apropiación, privatización y monopolio de las semillas por parte de las grandes transnacionales, ni la desigual de ingresos. El mismo análisis podría aplicarse a la medicalización que impulsa la industria farmacéutica. Queda claro que estas intervenciones capitalista no pueden sostenerse con una explicación científica simple y errónea y por tal termina alejándose de la rigurosidad de la ciencia.
Si la ciencia es una formación histórica y refleja un proceso social al debe su propia existencia, es claro que “el determinismo biológico es una ilusión socialmente necesaria fundada en la mera apariencia” (Roberto Schwarz)  
Por todo esto se pretende que la transgénesis, evitando el debate sobre la lógica que la sostiene, haga un cierre virtuoso de una tecnología que nació en los laboratorios para comprender limitados procesos a nivel molecular y poder expandirlos en la propia naturaleza sin criterios creíbles e predecibles. El proceso de generación de organismos, repetimos, es inasible, podemos estudiarlo, pero no es muy lucido llevarse puesto los limites que la fisiología del genoma “fluido” viene mostrando.
Alterar un organismo con un pedazo de ADN propio o ajeno no es fisiológico y usar el medio ambiente natural como laboratorio una perversión inaceptable. Así lo muestra el perfil de proteínas de maíz GM (MON850) que presenta 16 proteínas diferentes comparado con la expresión proteica del maíz no-GM. (Agapito Tenfen et al, 2013).
Recientemente nuevos intentos comienzan a ampliar el menú tecnológico de los OGM como la cisgenia, con la intensión de correrse de la critica cada vez mas generalizada a la transgenia. La cisgenia aplicada en algunos alimentos buscan, anulando funciones de genes específicos, nuevos fenotipos sin introducir material genético extraño en el genoma. La cisgenia es una manipulación de la regulación génica, insistiendo en que son procedimientos semejantes a lo que sucede en la naturaleza. En realidad la intervención externa en el genoma existe y se le aplican los mismos criterios de lo expuesto mas arriba. Sin embargo como en el caso de la transgenia introducir un desarreglo regulatorio puede provocar alteraciones impredecibles en el marco de esa sinfonía molecular insustituible para la supervivencia de la vida del genoma fluido. Aun así, las explicaciones “científicas” siguen, asumiendo al igual que en la transgenia, el hombre es capaz de acelerar la evolución ignorando los mecanismos que la presiden: recombinación y reproducción sexual.   

3) Los científicos defensores de los OGM, atraviesan esta etapa, que los expone afuera del laboratorio, con la ansiedad de no perder protagonismo. La necesidad de legitimar la tecnología, se transforma en una pulsión, anticientífica y dogmática. Mas aun, la afirmación de que el problema no esta en la técnica sino en su uso, es doblemente preocupante porque además de no asumir el pensamiento reduccionista que los preside, oculta la creciente subordinación y fusión de la ciencia con poder económico revalidando las bases cientificistas productivistas y tecno-céntricas que emanan de neoliberalismo en su versión actual.
La legitimación recurre a la simplista idea de que la tecnología por ser neutra y universal representa siempre progreso. Y que si algo falla es debido a la intromisión de un impredecible Dr. No que la va usar mal y que cualquier posible daño derivado de la misma, será remediado en el futuro por otra tecnología mejor o por el ingenuo argumento de la regulación del Estado aunque sepamos que este es socio promotor de los intereses que controlan el desarrollo científico en nuestros países. Prefieren desconocer que las tecnologías son productos sociales no inocentes, diseñadas para ser funcionales a cosmovisiones hegemónicas que le son demandadas por el sistema capitalista. Decir que los problemas “no tienen que ver con la tecnología transgénica” y que los que se oponen “están minando las bases de la ciencia” es parte de la predica, “divulgación” y diatriba contra el “ambientalismo”.
Biólogos moleculares del CONICET y sus adyacencias, el ambientalismo, no es una mala palabra o una postura caprichosa consumada por eco-terroristas delirantes. Es una posición ideológica que perfora el dogmatismo científico legitimante.
El circulo del proceso legitimador se cierra al ocultar el condicionamiento y cooptación de instituciones como las universidades y el sistema científico, por fuerzas económicas y políticas que operan en la sociedad. Logran, así, el merito de ser la parte dominada de la hegemonía dominante.
Nos quieren hacer creer que todo es técnico, disfrazando la ideología de ciencia o mejor suplantándola con una ciencia limitada y sin reflexión critica. Una manera de abstraerse de las relaciones de fuerza en el seno de la sociedad, poniéndola al servicio del poder dominante. Mientras tanto en el colmo de su omnipotencia auguran catástrofes de todo tipo si la sociedad no asume con reverencia que este es el único camino posible para el “progreso”. El planeta es para ellos infinito y los “ambientalistas” retrógrados. Eso si mientras tanto disfrutan del momento actual, aceptando “participar” del diseño del mundo y de la sociedad futura. Son parte del poder. Que se les puede pedir. Honestidad en sus dichos? Son los expertos que burocráticamente diseñan consciente o inconscientemente, el mal y banalizan la ciencia.
La agricultura industrial promovida no solo mecanizo, lleno de agroquímicos el ambiente y mercantilizo la producción global sino que requirió de una ciencia que legitimara los procedimientos usados para la modificación genómica avalados por intelectuales protegidos en sus “prestigios”.
La denuncia del colonialismo genético no solo sostiene que los nuevos conocimientos de la ciencia desafían la integridad de los ecosistemas, promoviendo saberes fragmentarios. El colonialismo genético marca con claridad la distancia existente entre la lógica de los procedimientos de manipulación genómica y el conocimiento genético actual. 
Es por esto que la transgénesis como procedimiento industrial volcado en la naturaleza, tiene poco de científico y no se sostiene por rudimentario.
Las tecnologías “de punta” para generar OGM no solo colisionan con saberes ancestrales, sino con las miradas actuales sobre la  complejidad biológica que circulan en el campo de la biología. Esta fragilidad conceptual interpela el soporte científico de la transgénesis y la desplaza del terreno de la ciencia.
Otro factor es que la tecnología en cuestión ha sido y es dirigida por la voluntad del capital que las hace posible. No son productos del desvío o extravío de una corriente neutral o virtuosa del desarrollo científico sino parte de una concepción ideológica y de intereses que avanza hacia construcción de una naturaleza artificial sobre el sacrificio en el altar de la apropiación.
Al ser la ciencia y la tecnología determinadas por las fuerzas del mercado productos no azarosos en su devenir, ni neutrales en su intención, hace necesaria la participación reflexiva de la sociedad para combatir los sentidos que amenazan la preservación del mundo natural.

4) En la Argentina, el alarde desmedido muestra la actual falla epistemológica del pensamiento científico critico en el marco del análisis de las teorías actuales. El “avance tecnológico” incursiona en la naturaleza aplicando procedimientos inciertos que simplifican la complejidad de los fenómenos biológicos para “vender certeza” y proponer, por ejemplo, desde el sector privado (Truco y Grobocopatel de Bioceres) acompañados por el entusiasmo de entre otros, de Néstor Carrillo y Raquel Chan, investigadores superiores del CONICET, la transformación de la naturaleza en una “factoría” de productos, donde las plantas serian sustitutas de procesos industriales.
Una verdadera naturaleza artificial funcional y necesaria para los grandes negocios. Hay en todos estos discursos, mucha ambición, soberbia, una pobre comprensión de la complejidad biológica y poca ciencia. Hay grandes negocios y un enorme relato legitimador que los científicos honestos no podrán evitar interpelar, aunque las empresas transnacionales compren todas las editoriales de revistas científicas o bloqueen las publicaciones y las voces que interpelan el sentido de la ciencia neoliberal-productivista.
La ciencia, su sentido del para que, para quien y hacia donde está en crisis y nosotros en la patria grande no podemos fingir demencia si queremos sobrevivir soberanamente.

ANDRES CARRASCO

INVESTIGADOR del CONICET

miércoles, 10 de abril de 2013

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lunes, 17 de diciembre de 2012

SIMULACIONES EN LA POLITICA CIENTIFICA




EL PLACTED

En octubre de 2010 se creo en el ámbito del Mincyt, el “Programa de Estudios sobre el Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo” (PLACTED) con el pomposo objetivo de promover la difusión, debate y producción de conocimientos sobre el Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo, en referencia a la corriente de fines de los años sesenta y la década del setenta que agrupo a un conjunto de científicos y tecnólogos que “coincidían en el cuestionamiento a la neutralidad y a la universalidad del desarrollo científico y tecnológico”. Postulando “la necesidad de desarrollar una ciencia y una tecnología a escala nacional vinculadas con los problemas productivos y sociales locales, y de adquirir autonomía de las desarrolladas en los países centrales”

Los objetivos del PLACTED proponen “recuperar, promover y difundir la producción académica del Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo en nuestro país y la región. Analizar los desafíos actuales del sector CTI a la luz del Pensamiento Latinoamericano como insumo estratégico para la definición de políticas públicas que promuevan la autonomía científica, tecnológica e innovativa. Promover la vinculación entre las actividades científicas, tecnológicas e innovativas con las demandas productivas y sociales locales.

PORQUE SE CREA EL PLACTED.

La política de concentración de recursos y la concepción de generar conocimiento destinado a ser tratado como mercadería transferible al sector privado, acompañada de la paulatina privatización de los centros del aparato científico universitario y no universitario requirió crear un lugar desde donde se propusiera una explicación legitimadora de la política del Mincyt partiendo de las líneas del pensamiento latinoamericano que Varsavsky y Rolando García sostuvieron. Es justo decir que acompañan de distinta manera en esta empresa oficial, de recupero del ideario del 70, Universidades como la de Quilmes y Lanus. 

Pero lo cierto es que el pensamiento latinoamericano de los 60 y 70, en plena efervescencia revolucionaria, estaba precisamente intentado superar la discusión de la etapa desarrollista  jaqueando al cientificismo.
Imaginaba un modelo de ciencia que no miraba al mercado sino al pueblo y su relación con la producción del conocimiento. Había una crítica incipiente a lo que llamamos modernidad cuando proponía una ciencia emancipada y fundamentalmente, democéntrica opuesta a las de la política que hoy desarrolla el Mincyt de cuño mercadocentrico.

PASADO Y PRESENTE

Oscar Varsavsky, uno de los referentes de aquel pensamiento, decía: “la posibilidad de que el simple desarrollo científico y tecnológico a la manera del hemisferio norte, facilitara el cambio, a la larga era muy atractiva frente a la escasez de alternativas” ([1]) se esbozaba aquí una explícita crítica al modelo de desarrollo subordinado que ya era ineludible en aquellos años y que no pintaba tener la intención de revisar las bases del paradigma de sentido que exploraba Varsavsky.
A tal punto que en Varsavsky en 1972, distinguía dos estilos culturalmente dependientes en ciencia, el desarrollista y el neocolonial creados a imagen de la ciencia del hemisferio norte. Ciencia universal, única, neutra, libre, con el objetivo de buscar la certeza. Mientras el desarrollismo veía en la ciencia el instrumento para lograr sus objetivos, para el neocolonialismo, la ciencia, era un artículo suntuario destinado a sus elites. Y sostenía que la ciencia es un instrumento indispensable pero además un fin en sí misma ya que es la manera de satisfacer la necesidad vital de comprender el mundo ([2])
Estaba convencido que la crítica al cientificismo -todavía no reciclado en el neodesarrollismo como hoy- debía ser acompañada por una transformación de instrumentos, estrategias, rupturas epistémicas que pusieran al trabajador científico en el lugar de transformación social. No el de proveedor de conocimientos para la industria privada. Su crítica era a la neutralidad y universalidad de la ciencia y a mercantilizar el conocimiento y no incluía privatizar sus objetivos primero y luego sus instituciones. Advertía así que el desarrollismo era incompatible con los objetivos de la liberación nacional porque producía dependencia encandilado por el fetiche del consumo y la tecnología de punta.
Por eso Varsavsky señala que “la ciencia no crea todos los instrumentos” para que el científico pueda explorar la realidad con objetividad, “sino solo aquellos que el sistema le estimula a crear”. Varsavsky intuía que los fuertes intereses internacionales en juego, desplegarían las formas de conocimiento tecnológico necesario y más apto para suplir sus demandas y no necesariamente las requeridas para la transformación de la sociedad lejos de la idea del Mincyt que cree que desafiar la universalidad, neutralidad y certeza de la ciencia es aplicar la lógica de las transnacionales y sus sucursales locales.

CIENCIA, CIENTIFICISMO Y CORPORACIONES

Todavía más explícitamente dice al respecto que: “la ciencia deja de ser una aventura creativa para transformarse en una inversión rentable que figura en la cuenta de capital de las empresas con su etiqueta masificadora y se hace con empleados, con subsidios a universidades o con institutos y universidades propias”.
Desde aquella percepción, hemos “mejorado”. Tal como plantea el discurso oficial, hoy parece virtuoso alquilar universidades y/o institutos pagados por la sociedad toda para que provean sobre pedido el conocimiento que incremente oportunidades de negocios para las empresas. Esta mercantilización del conocimiento es el corazón de la política promovida desde el gobierno. Insinuada en los liberales 90. Se perfecciona en los últimos años y es donde mejor se ve la pátina neoliberal aggiornada con un discurso neodesarrollista de cara a satisfacer el mercado global. Aunque esto implique hipotecar lo que queda del sistema científico argentino.
Esta lógica trae y atrae la colonización de grandes organizaciones o fundaciones. Así como en los 60 veíamos a la Ford, Rockefeller, Carnegie, NSF, NIH, BID, AID, que subsidiaban directa o indirectamente a investigadores, hoy son Harvard, Max Planck, entre otras, que ligadas a intereses y demandas centrales desembarcan físicamente para direccionar el desarrollo de sentido y programas de nuestra colonia científica.
Nadie en su sano juicio pensará que esas organizaciones son organizaciones de ayuda humanitaria. Son instrumentos de control de la matriz colonial del poder en la que estamos inmersos. El aparato científico esta desintegrado y es dependiente al punto que un 70 % se financia todavía con deuda externa. Mas allá de la o las Tecnópolis que quieran inventar, qué autonomía puede esperarse cuando la demanda la conducen las gigantes empresas transnacionales y sus testaferros locales?
Varsavsky y otros plantearon todo lo contrario. Ellos creían en una ciencia creativa, crítica, que diera lugar a la ruptura de marcos epistémicos que estuviera al servicio del camino emancipatorio de los pueblos, no el de las empresas.
El cientificismo, fue fuertemente criticado en los 60 y 70. Sin embargo hoy el cientificismo mientras se desentiende convenientemente de la “verdad” es absolutamente necesario para que la tecnociencia sostenga la ilusión de la “certeza” y la “neutralidad” del conocimiento técnico, como sucede con el discurso oficial elaborado alrededor de la virtud indiscutible de las biotecnologías entre otras. Desde alli aborta el pensamiento crítico y la revisión permanente de la dirección y conveniencia del desarrollo científico y rol político del conocimiento y desarrollo disciplinar. Mientras por otro lado adopta la posición dominante internacional del poder político y económico que sostiene el desarrollo neocapitalista. De manera que al cerrar en que la tecnociencia es neutral, -ahora se llama sustentable- contradice el punto central de la posición de Varsavsky.
En la real politik del Mincyt, el maquillaje que proponen los funcionarios del PLACTED, ha resultado insuficiente. Lo denuncia el diseño del desarrollo disciplinar y las estrategias ajustadas a la demanda de las corporaciones, la concepción empresarial de la gestión durante la producción de conocimiento, la internacionalización y globalización de la ciencia, , ambas anticipadas por Varsavsky, la adopción en las instituciones científicas públicas de la lógica propia de sociedades anónimas y la apropiación por patentamiento de la naturaleza, y el desembarco de instituciones científicas y los convenios con universidades extranjeras en función de modelos y necesidades foráneas que vienen atraídas por las ventajas que generan los agujeros normativos y regulatorios. El propósito del Mincyt aparece sin filtros en distintas expresiones del Ministro del área:
“Creo que estamos ante un cambio muy importante porque prácticamente todos los días hay una cita –hablando- de un investigador del Conicet en algún medio hablando sobre economía, política y un largo etcétera”.
“Yo creo que tenemos dos alternativas, o nos incorporamos dignamente en esta economía globalizada o pasamos a ser una especie de reserva ecológica de la Costanera Sur del continente latinoamericano”.
“Hoy un chico que estudia ingeniería, química, biología tiene no solo la posibilidad de ser empleado sino también de tener su propia empresa”.
“pero si vos a un adolescente le decis que a los 25 años puede tener empresa auto casa, creo que es un estimulo mas adecuado”.

BLOQUEO DE LA CRÍTICA DECOLONIAL

La invisibilización que aplica el PLACTED apela al reclutamiento de “expertos” que den conferencias confinando la palabra autorizada a los saberes disciplinares específicos que reafirmen el discurso oficial e impidiendo la libre circulación de miradas de todos aquellos críticos u objetores que exploran las complejidades del desarrollo, sus emergentes y consecuencias. Esto de arrinconar en los saberes específicos los instrumentos de análisis y comprensión, es también un viejo truco del reduccionismo cientificista tendiente a preservar una vez más la “certeza” y la “neutralidad” del conocimiento científico.
El PLACTED no es un lugar de debate ni una plataforma emancipadora y heredera de ideales de los 60-70 sino que confirma que la política de ciencia y tecnología actual, no responde a la historia de las ideas que circularon en aquellos décadas. Necesita legitimarse tomando prestadas ideas y gestas que probablemente ni siquiera son comprendidas por los tecnócratas que lo dirigen. 
Sí es una usina de “adoctrinamiento y cooptación” de individuos y grupos medianamente críticos. Recurriendo a un relato que apela a la palabra indiscutida de Varsavsky, el Mincyt avanza en la decisión política de acomodar el conocimiento a la necesidad del sector privado y la oportunidad de negocios. Ese maquillaje que asocia las ideas de Varsavsky con la política científica actual se desvanece cuando escribe:
"La ciencia actual, en resumen, está adaptada a las necesidades de un sistema social cuyo factor dinámico es la producción industrial masificada, diversificada, de rápida obsolescencia; cuyo principal problema es vender –crear consumidores, ampliar mercados, crear nuevas necesidades o como quiera decirse- y cuya institución típica es el gran consorcio, modelo de organización y filosofía para las fuerzas armadas, el gobierno y las universidades.(...) Esto se refleja, hemos visto, en la ciencia actual de todo el mundo: en los países desarrollados por adaptación, y en los demás por seguidismo, por colonialismo científico. El que aspire a una sociedad diferente no tendrá inconvenientes en imaginar una manera de hacer ciencia muy distinta de la actual. Más aún, no tendrá más remedio que desarrollar una ciencia diferente".

La idea opuesta a esta idea aparece en un reportaje en el Diplo de Junio 2011, donde el ministro Barañao insistía en su concepción empresarial globalizante: 
“queremos vender ciencia como se les ha vendido cerveza a los jóvenes. Sabemos que la ciencia sin Hollywood no va a ningún lado. A la ciencia argentina le hace falta marketing”.
“Sabemos que la ciencia sin Hollywood no va a ningún lado. Si no hay un cambio de los arquetipos que se transmiten no hay financiamiento ni planificación que vaya a funcionar. Lamentablemente, sigue perdurando la idea del científico como el viejito loco. A la ciencia argentina le hace falta marketing”

“Nuestra lógica no es “¿qué es importante saber?” sino “¿qué conocimiento necesito yo para obtener un determinado resultado?”.

Es necesario insistir en que Varsavsky no celebra el modelo tecnocientífico masificado y hoy globalizado que usa la tecnología como elemento de dominación y saqueo extractivista. Lo que sugiere es que nuestros países necesitaran, si quieren tener sociedades diferentes (mas justas, mas soberanas, mas libres y comprometidas con el sentido de la ciencia), desarrollar, inventar, descubrir formas y sentidos de ciencia que dirija su mirada a la sociedad no a las demandas de apropiación y control de los conjuntos corporativos que determina el mercado global y su inserción en el.
El neodesarrollismo extractivista de nuestro país, no apuesta a la liberación del pueblo ni siquiera piensa en el control social en la política de ciencia y técnica ideal de los 70. Apuesta a una decisión surperestructural – el Estado- como instrumento que permite participar de la globalización más allá de buscar y promover aquello que sería necesario para el bienestar popular.  
Apuesta a seguir las líneas del hegemon liberal por miedo a desembarcarse de la globalización mientras atempera los efectos neoliberales con políticas de descompresión. Reduciendo a la ciencia a una idea salvacionista con su infinita capacidad remediativa. Pero el episteme de lo neocolonial está allí instalado desde hace mucho, incólume y mas pleno que nunca. Como dice Colin Crouch, el neoliberalismo que nutre lo colonial, ya no se consagra exclusivamente al libre mercado, sino que esta más bien dedicado al dominio de la vida pública por parte de las grandes corporaciones transnacionales. Estas compran territorio y regímenes, mientras los gobiernos residuales tercerizan actividades que le son propias a empresas privadas involucrándolas en el diseño de las políticas públicas. 


[1] Ciencia política y cientificismo. Centro Editor de America Latina, 1969. (Todas la citas del texto, excepto las indicadas, pertenecen a este libro)
[2] Hacia una política científica nacional. Ed. Periferia, 1972.

jueves, 30 de agosto de 2012

Un nuevo veneno, el glufosinato


Relatar los hechos respecto del avance de agronegocios en la región latinoamericana, hace necesario señalar que a la voracidad de un sector productivo y a los intereses estratégicos de las transnacionales y su propuesta tecnológica, hay que agregar la actitud de gobierno nacional que no solo espera retenciones crecientes sino que se empeña en apostar a la desnacionalización incrementado la dependencia con un modelo que hace cada vez mas frágil a la Argentina frente a las decisiones geopolíticas de los países centrales. (ver opinión de Monsanto. Clarín 29-08-2012, pagina 30).
Como forma de confrontar relato, la contraofensiva descripta por Clarín, se expreso en que mientras se esperaba la sentencia del tribunal cordobés por la demanda de las Madres de Ituzaingo, la Secretaria de Agricultura hacia publica la resolución firmada por su titular Lorenzo Basso (ex Decano de la Facultad de Agronomía de la UBA) aprobando una nueva semilla de soja: Intacta RR2 que contiene transgenes para resistencia al glifosato y para producir toxina insecticida (Bt). Esta semilla patentada por Monsanto, obligara a los productores a pagar regalías de por vida mediante convenios de orden privado con la empresa transnacional. Es transparente Norberto Yahuar, Ministro de Agricultura, cuando anuncia, en la presentación de la semilla RR2 de Monsanto, una nueva ley de semillas que limitara el Uso Propio (guardar parte de la semilla para la próxima cosecha) para demostrar al mundo que se reconoce ese valor intelectual en tecnología, que desarrollan los privados (Pagina12 22-08-2012, pagina 7). Según Clarín el acuerdo funcionará así: “cuando el productor compre semilla de soja certificada pagará el derecho fijado. Pero si no lo hiciese, al vender sus granos se realizará un sencillo test que permite detectar la presencia de los genes buscados. Y si el resultado fuera positivo el comprador del grano cobrará a cuenta del desarrollador las regalías pendientes, más caras que al principio”.
Intacta RR2 es el evento numero 27 aprobado por Agricultura en un tramite que la misma empresa reconoce, se acelero después que la Presidenta escucho en su visita a EEUU los anuncios de multimillonarias inversiones de Monsanto en Argentina (1500 millones de dólares en una planta productora de maíz, en Malvinas Argentinas, Córdoba que producirá semilla para 3.5 millones de ha, y 170 millones de dólares de dos plantas experimentales en Córdoba y Tucumán, ver Clarín 22-08-2012, pagina 23). Sin embargo menos publicitado es el hecho que desde 2011 hasta la fecha se aprobaron 10 eventos transgénicos de maíz y soja distribuidos entre Bayer, Monsanto y Syngenta. Estas autorizaciones, que involucran informes del INTA, están en registro con la lógica del PAN (plan alimentario nacional) que dispone para la próxima década un incremento de la superficie agrícola del orden del 27%, incorporando al modelo agrícola 10 millones a los actuales 34 millones de ha, de los cuales 71.5% está dedicada a producir el 100% de maíz, de soja y algodón con semillas transgénicas. (ver Ministerio de Agricultura Ganadería y Pesca: http://64.76.123.202/site/agricultura/biotecnologia/55-ogm_comerciales/index.php)
Este aumento de la superficie de cultivos transgénicos implica el corrimiento de la frontera norte a expensa de deforestaciones de bosques y selvas, desalojos de pueblos originarios e incremento del volumen de agroquímicos. Todo en función de la voracidad de las transnacionales y de las políticas de los países centrales en busca del control del territorio y por lo tanto mayor control social con la producción extractiva de alimentos. Los conflictos con los pueblos de las provincias del norte, la instalación del Comando Sur en el Chaco con la “misión de ayuda y desarrollo tecnológico” o el impúdico involucramiento de las transnacionales asociadas a los agronegocios en el golpe al Estado Paraguayo, hace evidente la ofensiva de los negocios globales que pretende cerrar las brechas de territorio norte de nuestro país en un solo bloque con Paraguay, Uruguay, Argentina, Bolivia, Brasil y Argentina unificando tecnologías y modalidades. Este devenir, en su lógica, no es diferente a la campaña del desierto de Roca en los 80’s, donde el objetivo del desalojo genocida y control territorial fue la expansión ganadera con los Remington. Hoy se facilita en beneficio del conglomerado productivo sojero y las corporaciones transnacionales, bajo el paraguas habilitante del poder político.
Los 27 transgénicos aprobados comercialmente desde el 1996, un verdadero ariete tecnológico, imponen prácticas inherentes del modelo, No solo cuestionables por los efectos en los ecosistemas y demás variables físicas de suelos, sino por el incremento de la contaminación química con sus consecuencias en salud ambiental.  Además, un futuro impredecible aparece por la elusiva viabilidad y sustentabilidad de la transgénesis. En particular por la ausencia de discusión acerca de las incertidumbres del procedimiento tecnológico y por el silencio de la mayoría de la comunidad científica acerca de las consecuencias de intervenir el delicado natural equilibrio evolutivo de los genomas. Sabemos demasiado poco para jugar a crear naturalezas alternativas o pensar en acelerar o desviar procesos evolutivos con impunidad. (ver, GMO Myths and Truths June 2012, http://earthopensource.org/).
Pero hay un aspecto interesante a considerar en lo inmediato en la Argentina, es que 5 de esos 10 eventos transgénicos aprobados, 3 de maíz y 2 de soja, combinan la resistencia al glifosato con otra al glufosinato de amonio (un bloqueante de la síntesis del aminoácido glutamina) para reforzar los efectos de aquel. La necesidad de asociar en las nuevas semillas el glifosato con el glufosinato, da cuenta de las inconsistencias de la tecnología de los transgénicos tanto en su construcción y como en su comportamiento en el tiempo. Sin embargo se sigue huyendo hacia delante intentando remediar las debilidades conceptuales de la tecnología transgénica, con soluciones que tienden a ser cada vez más peligrosas.
Llamativamente BAYER, el segundo mayor productor de pesticidas del mundo, recientemente anunció que retirará del mercado los pesticidas más peligrosos de la clase1. En ese marco, la organización “Coordinacion contra los peligros de Bayer” pidio que se retirara de todo el mundo la venta el herbicida a base de glufosinato (Liberty) que ya que ha sido clasificado como peligroso por provocar malformaciones e incluido en la lista de 22 pesticidas que van a desaparecer del mercado en base de la nuevas normas de la Union Europea. Quizas por eso hace poco menos de un año Bayer retiro a Liberty del mercado aleman. Aunque tambien, hace casi tres años, Bayer inauguro en Huert cerca de Colonia, Alemania, una planta de glufosinato para exportarlo a paises fuera de la Union Europea. Es la muestra de las politicas de las transnacionales hacia los países proveedores de transgénicos como el nuestro, que en un año aprobo 5 semillas resistentes a la combinacion glifosato-glufosinato. (nota de prensa de Coordinación contra los peligros de BAYER,  BAYER retira del mercado pesticidas letales, 2011 y Documento de la European Food Safety Authority Scientific Report, paginas 13 y14, 2005, http://www.efsa.eu.int). Es lo lógico pensar que a los efectos del glifosato las nuevas semillas complicaran el panorama de los impacto en salud animal y humana. El glufosinato en animales se ha revelado con efectos devastadores. En ratones glufosinato produce convulsiones, estimula la produccion de oxido nitroso y muerte celular en el cerebro. Con claros efectos teratogenicos se han descripto hipoplasia (reduccion o pérdida) del prosencefalo, arcos branquiales y extremidades con o sin tubo neural abierto. Todos indicios de un serio compromiso del desarrollo normal del neuroepitelio y probablemente de las crestas neurales. (Watanbe and Iwase, Teratogenesis, Carcinogenesis and Mutagenesis 16: 287-299, 1996). 
La adopción por parte del cientificismo productivista de encontrar en la tecnologia una virtud inmanente, responde a un modelo de ciencia que en verdad está dirigido desplazar reflexion y critica sobre la modernidad y fragmentar la propiedad social del conocimiento para privatizarlo. La financiación de ciencia y tecnologia con inversiones estatales como las otorgadas al grupo Sigman para la fabricación de vacunas o anticuerpos monoclonares son producto de un “capitalismo del conocimiento” presentado como resguardo de la autonomía nacional. Pero que en verdad está dirigida a naturalizar y afianzar mecanismos de apropiación por la corporaciones y sobre todo lograr para ellas el control del desarrollo del conocimiento.

Andrés E. Carrasco